Por Milton López Tarabochia y Macarena Tabja para El Foco y CONNECTAS

La arena blanca todo lo cubre en Iquitos, la principal ciudad amazónica del Perú, con más de medio millón de habitantes. Se impregna en toda superficie. Se siente en el cuerpo sudoroso por el calor, irrita los ojos, ensortija el cabello. Obliga a ducharse varias veces al día.

“Así siempre es. La arena está por todos lados. En las tiendas la tapan para que el viento no se la lleve”, cuenta una vecina que vende agua de coco para aliviar el bochorno. Lo dice porque en José Abelardo Quiñones, una de las principales avenidas, la arena está a la vista de todos. La ofrecen como mercancía en montículos blancos grandes que brillan tanto al contacto con el sol que cualquiera pensaría que son montes de nieve si no fuera por los 40 grados de sensación térmica.

El mercado de arena, sin embargo, es causa de un desastre ecológico que todos miran y nadie atiende: la destrucción de los bosques de varillales. Se trata de un ecosistema vital para la Amazonía norte de Perú, porque resguarda un enorme patrimonio natural con especies de flora y fauna únicas en el mundo, así como una considerable posibilidad de brindar agua limpia para sus ciudadanos.

Montículo de arena blanca ubicado a lo largo de la avenida Abelardo Quiñonez, distrito de San Juan, Iquitos. Crédito: Macarena Tabja.

Desde imágenes satelitales, el escenario es desolador en este sitio de la región de Loreto. Expertos del Centro para el Desarrollo del Indígena Amazónico (CEDIA) realizaron un mapa digital SIG, el cual revela que entre 2018 y 2023 se deforestaron 206 hectáreas a lo largo de la carretera Iquitos-Nauta. Eso equivale a unas 288 canchas de fútbol profesional.

El área afectada se encuentra en los alrededores de la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana. Esto ocurre debido a la extracción de arena blanca que inició hace años, además de otras actividades económicas. Es lo que se conoce como minería ilegal no metálica, cuenta el ingeniero forestal de CEDIA, Marcial Martínez. Se refiere al delito tipificado de la minería ilegal en su forma agravada, el cual se encuentra previsto y sancionado en el Código Penal del Perú.

Mapa SIG realizado por la ONG CEDIA. El análisis corresponde a la evolución de la deforestación fuera y dentro de la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana. Las cuadrículas verdes corresponden a los bosques de varillales conservados dentro de la reserva. Las cuadrículas celestes son los bosques de varillales ubicados a lo largo de la carretera Iquitos – Nauta (zona de amortiguamiento). Crédito: CEDIA.

Del total de los bosques de varillales que hay en Loreto, solo 10% está protegido por la Reserva Nacional. La mayor parte se encuentran fuera, abandonados a su suerte, sin ningún tipo de protección legal. Están en la llamada zona de amortiguamiento a lo largo de la carretera Iquitos-Nauta, según el informe Varillal, bosques que dan para vivir (2007).

No obstante, la reserva tampoco ha evitado la destrucción de los varillales. De acuerdo con el mismo mapa actualizado de CEDIA, dentro de ésta también se registró la pérdida de 59.70 hectáreas de bosques en los últimos seis años, lo que equivale a casi 84 estadios de fútbol profesional.

Este tipo de negocios usan la calle como almacenes callejeros. Usualmente, los mismos puestos venden cemento y herramientas para construcción. Crédito: Macarena Tabja.


Esta situación es grave, porque puede tomar de 60 años hasta un siglo para recuperar esos bosques perdidos debido a la baja fertilidad del terreno, explica el biólogo Ricardo Zárate Gómez, doctor en Ambiente y Desarrollo Sostenible, del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP). Él lleva 17 años analizando los bosques de varillales.

Se trata de un conjunto de subespecies maderables, cada una con su nombre científico: “Sloanea spathulata, Dicymbe uaiparuensis, Dendropanax umbellatus, Licania lata, entre otras”, señala el investigador Paulo Pérez, investigador egresado en Ecología y Recursos Forestales del IIAP, quien trabaja en el equipo del biólogo Ricardo Zárate. El suelo donde se encuentran es acolchonado y, si se escarba un poco, puede verse que crecen precisamente sobre arena blanca.

El doctor Zárate explica que estos bosques son vitales para la supervivencia humana porque actúan como filtro natural del agua de lluvia que se empoza en sus alrededores. El agua luego es conducida al cauce del río Nanay, el cual a su vez abastece de agua dulce a la población iquiteña.

Los varillales son árboles con troncos delgados que resultan muy útiles para la construcción de casas por su durabilidad, versatilidad y bajo costo. Cuestan hasta 40 soles (10USD), dependiendo del tamaño. Para comercializarlos, se les quita la corteza y son vendidos como palos de entre cinco a 35 centímetros de diámetro, denominados “madera redonda”.

Sin embargo, alerta el experto, hay poblaciones que sufren el embate de la extracción de madera de varillales y arena blanca. Incluso, “existen muchos sectores de donde se extrae la arena en Iquitos que actualmente están sin plantas”.

Biólogo Ricardo Zárate Gómez, doctor en Ambiente y Desarrollo Sostenible, del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP). Lleva 17 años analizando los bosques de varillales.


Pueblo alquilado a extractores mineros

A la altura del kilómetro 14.500 de la carretera Iquitos-Nauta está el Centro Poblado Varillal, con una población que apenas supera los 700 habitantes. Ahí, el sol es abrasador porque desde hace tiempo ya no hay ni un varillal. La ausencia de árboles estanca el aire y lo vuelve pesado. La arena se observa a lo largo del suelo.

También hay tierra sobre la mesa donde un grupo de señoras venden almuerzos a los turistas. “Este pueblo se llama Varillal, porque estaba lleno de árboles de varillales”, recuerda, nostálgica, la vendedora de mayor edad. Las mujeres hablan de las necesidades que tiene el pueblo, como tener “un colegio y una posta decentes”.

Todas quieren permanecer en el anonimato porque dicen que los extractores de arena están presentes los siete días de la semana, las 24 horas del día. No quieren represalias. Se quejan de que la extracción de arena blanca y la deforestación de madera redonda no solo es un problema estrictamente ambiental, sino también un delito de invasión en predios privados. “Están que me roban la arena. Tengo mi terreno de seis hectáreas, nadie dice nada”, denuncia una de ellas.

En los terrenos ubicados al fondo de Varillal hay trochas abiertas por donde ingresan no sólo los dueños de los predios, sino quienes roban la madera redonda de los varillales o la especie maderable. “Se acercan a hacer leña. No hay otra forma de vivir aquí. La gente que puede vende su terreno o vende su arena. Alguno compra el terreno. Lo destruyen. Agarran la arena y no dejan nada al pueblo”, cuenta un ciudadano de Varillal, quien también quiere permanecer en el anonimato.

Este portón cercado es un escenario habitual para los vecinos del Centro Poblado “Varillal”. Crédito: Macarena Tabja.

Nicole Bernex, geógrafa y docente investigadora de la Pontificia Universidad Católica del Perú, dice que hay un círculo vicioso entre la minería ilegal de arena blanca y la deforestación de los bosques de varillales con el rápido y constante crecimiento de la ciudad de Iquitos. Explica que esta es una ciudad que nunca termina de construirse y para las infraestructuras de concreto se necesita arena blanca. El “71% de la población vive en barrios precarios que van a ser demandantes de arena”, afirma.

Pérez añade: “El problema son las comunidades (locales) que se ponen a expandirse, sacan los recursos del bosque, como la madera redonda y la arena blanca. Esto afecta mucho a la zona de amortiguamiento. Por ahora encontramos muchas deforestaciones al nivel de la carretera Iquitos-Nauta porque se están expandiendo para sacar las arenas que existen desde el kilómetro 13, hasta el 31. En todo ese tramo se extrae arena blanca porque los bosques han desaparecido”.

Un volquete lleno de arena blanca ubicado en la carretera Iquitos-Nauta. Crédito: Macarena Tabja.

El impacto sobre los bosques de varillales también pone en peligro decenas de especies de flora y fauna endémicas del lugar. Una de ellas es el ave emblema de la ciudad del mismo nombre, la Perlita de Iquitos. “No existe en otro lugar del mundo. La descubrieron cerca del año 2000 y a partir de ahí se estimó su población. Aproximadamente, existen solo 50 parejas, pero solo dentro de Allpahuayo Mishana, en ciertos bosques de arena blanca. Lamentablemente, al ser una especie difícil de ver, no se sabe con exactitud cuántas existen. No tenemos un plan de acción para conservar esta especie”, dice Francisco Vasquez Arévalo, investigador en ornitología amazónica del IIAP.

Delitos ambientales sin castigo

Para entender la relevancia económica que tiene la extracción de arena blanca y de madera redonda en Iquitos, recorrimos las tiendas y ferreterías que las venden a lo largo de la avenida Abelardo Quiñones. En particular, desde donde inicia formalmente el distrito de San Juan hasta lo que se conoce como el paradero de “ingreso al puerto de Santa Clara”, se observan tiendas formales para construcción que venden la arena blanca a vista y paciencia de todos.

De acuerdo con los pobladores de Varillal, los traficantes solo pagan 500 soles (150 USD) al propietario del predio por la extracción de arena. Con 16 toneladas aproximadamente llenan el volquete de su camión.

Este tipo de baldes o “latas”, como se les conoce localmente, son las unidades donde se vende la arena blanca en la ciudad de Iquitos. Créditos: Macarena Tabja.

“La gente no reclama porque dicen ‘este es mi terreno y hago lo que quiero’. No es de ahora. Es de hace años. Dicen que son legales. Pero ¿de quién es el terreno? Del pueblo, pues. Pero hay contratos, plata de por medio. Sacan la arena por los tramos de los kilómetros 13 y 16. Les ofrecen a los constructores. Hemos cerrado varias veces esta carretera, pero la vuelven a abrir”, reclama otro lugareño.

Este delito y otros de afectación al ambiente no solo quedan impunes en Iquitos y Varillales. Entre 2018 y 2024 solo se llevaron a cabo tres investigaciones preliminares asociadas a la contaminación por el ingreso de residuos, exploración y extracción y falta de licencia para una concesión minera. Ello, según documentos recibidos para esta investigación periodística a partir de una solicitud de información a la Fiscalía Especializada en Materia Ambiental (FEMA).

También se solicitaron las sentencias y procesos judiciales de los últimos seis años asociadas a la extracción de arena blanca y madera redonda a lo largo de la carretera Iquitos-Nauta. “No hay sentenciados por el delito de minería ilegal no metálica en Iquitos”, señala en entrevista el fiscal Franco Gonzales Macedo, de la Fiscalía Provincial Especializada en Materia Ambiental de Loreto-Sede Iquitos. “Existe un caso, pero se apeló en primera instancia. Sabemos que está en instancias superiores, pero aún no hay sentencia”, agrega.

El fiscal se refiere al caso de Marcia Cristina Viera Bocanegra y José Miguel Lovera Hidalgo, a quienes se les detuvo extrayendo arena blanca en septiembre de 2015, en el Fundo La Tranquera, a la altura del kilómetro 19.200 de la carretera Iquitos-Nauta. Frente a la pregunta de la frecuencia mensual de casos reportados asociados a la extracción de arena, el fiscal calcula que hay un promedio de un par de casos de extracción de arena blanca que han llegado a su despacho. “No sé cómo será en los otros”, finaliza Gonzales.

Puesto de venta de la madera redonda proveniente de los bosques de varillales a lo largo de la carretera de Iquitos-Nauta. Créditos: Macarena Tabja.

Con el objetivo de conocer la gravedad del delito de la minería ilegal no metálica, para esta investigación periodística se solicitó una entrevista con los responsables de la de la policía ambiental (Unidad Desconcentrada de Protección del Medio Ambiente – Loreto). Hasta la publicación de este reportaje no hubo respuesta. La Dirección Regional de Energía y Minas del Gobierno Regional de Loreto tampoco respondió nuestra solicitud por vía telefónica y por medio del whatsapp para una entrevista.

Mientras tanto, la extracción de arena blanca y de los varillales sigue creciendo a los extremos de la carretera. Como un desierto, este bosque amazónico se está quedando sin vegetación. El crecimiento de Iquitos también es infrenable. Tanto así que los depósitos de arena blanca en las afueras de la ciudad, podrían agotarse para el año 2043, estima Julinho Edilberto Benavides Ríos, en una tesis presentada en 2021, en la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP).

Es así como hay una enorme presión demográfica para extraer recursos que son importantes en la construcción de una de las ciudades más turísticas del Perú, sin pensar en los efectos sobre las áreas naturales y sí en las ganancias económicas. “No puedes decir nada. Esto es plata viva. Mientras más sacas, más tienes”, sentencia uno de los vecinos anónimos de Varillal.

Mientras, la tierra sin árboles parece un desierto que se come todo. No deja algún atisbo de vida. Y este yermo se expande por las trochas que se abren paso sin verles final, siempre custodiadas por gigantes montañas de arena blanca.


Este trabajo se realizó con el apoyo de Earth Journalism Network