A diferencia de lo que se difunde hasta el cansancio en la publicidad televisiva y en redes sociales, "hay muchos jóvenes que luchan por quedarse en el campo", enfatiza Ysabel Calderón, joven lambayecana, cuya decisión de volver al campo luego de haber terminado de estudiar ingeniería química con el fin de conservar el ecosistema andino de dicha región aún sorprende a sus padres. 

Ysabel es una de las tantas peruanas que quieren ir en contra de la tendencia mundial de jóvenes rurales que migran hacia la ciudad en busca de 'un futuro mejor'.

La falta de acceso a los servicios básicos -educación y salud- y un desdén del Estado en la promoción de una agricultura ajena a los monocultivos y los agrotóxicos son las principales causas de esta movilidad social, según Calderón, quien aparte de hacer agricultura en Lambayeque también conserva a los mayores polinizadores del mundo, las abejas, cuya miel vende mediante su proyecto Sumak Kawsay.

De esa manera Ysabel cierra todo un ciclo. "Antes de las flores, primero las plantas deben crecer de las semillas, y estas las encontramos gracias a la polinización de las abejas", agrega. Dato importante, más del 75 % de los cultivos alimentarios del mundo dependen en cierta medida de la polinización, informa la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por su sigla en inglés).

El proyecto surgió en 2017 y ya ha demostrado su productividad. Calderón cosecha hasta dos veces por año la miel producida por las abejas en el caserío El Higuerón, distrito de Salas, a 890 msnm en la zona andina de Lambayeque. La cosecha total es de un promedio anual de 132 kilos de miel de abejas de tribu apis mellifera.

Su historia ha sido reconocida internacionalmente. Acaba de ganar un fondo de un organismo canadiense que le ha permitido incrementar de dos a seis panales de abejas. Ysabel no solo ha demostrado que se puede ser económicamente sostenible, sino que el saber ancestral también ayuda. Es descendiente de una familia quechuahablante y aplica los ciclos lunares, como sus ancestros andinos, a la hora del trabajo de campo.

ysabel calderón también hace labor de educación ambiental con menores. en la foto, durante un taller Colegio Peruano Suizo Oxapampa. foto: SUMAK KAWSAY FB.


Sisay II, donde los jóvenes agricultores comparten

Historias como las de Ysabel existen en todo el Perú y deben ser replicadas, dice la francesa Oriane Brunet, coordinadora general de Slow Food en este país y una de las organizadoras de la segunda edición de Sisay, el encuentro nacional de jóvenes agricultores.

El evento nació en por primera vez en 2016 en Latinoamérica. Ahora se realizará en Lima, Perú y su objetivo es que entre los jóvenes agricultores latinoamericanos se forme una gran red en la que se pueda intercambiar conocimientos y experiencias con el fin de volver sostenible su trabajo agrario en el tiempo.

Solo una cuarta parte de los jóvenes agricultores del mundo tienen acceso a fondos para desarrollar sus proyectos, dice en un video promocional del evento, Brunet. Sin embargo, los jóvenes practican la agricultura familiar, la cual abastece hasta en un 70% de productos de la canasta básica del Perú, según el Ministerio de Agricultura.

“Aún hay jóvenes que quieren mantener el vínculo con la tierra. (Por eso es necesario) Crear una conexión entre los jóvenes agricultores, crear un espacio para los que tienen esa vocación”, enfatizó Brunet. No solo serán agricultores los que participen del evento, sino gastrónomos, biólogos y empresarios. Un promedio de 70 participantes, cuyas edades varían desde los 18 hasta los 35 años, asistirán al evento que inicia hoy 28 de octubre y continuará hasta el 31 de octubre.

SISAY TAMBIÉN PROMUEVE EL COMERCIO JUSTO PARA TODA LA CADENA PRODUCTIVA DE ALIMENTOS. FOTO: SLOW FOOD PERU INSTAGRAM. 


Un agro diferente

Historias como la de Ysabel, en Lambayeque, demuestran algunos factores decisivos que le den una ventaja a los jóvenes sobre la antigua generación en lo que respecta al uso responsable de la tierra y el comercio justo, dice Oriane, de Slow Food Perú. Los jóvenes se encuentran más capacitados respecto a sus padres o sus abuelos al tener un acceso a la educación más extendida, saber los derechos del productor, además de conocimientos para mostrar su trabajo en redes sociales.

Además, otro contexto que favorece a los jóvenes agricultores es que ya no prima como idea de desarrollo el uso de agrotóxicos promovidos en la década pasada con la denominada “revolución verde”, sino de la agroforestería, que consiste en la integración armoniosa de cultivos, ganados y pastos en una misma unidad productiva. “Eso demuestra que sí se puede generar valor sin explotar el territorio”, resalta Brunet.

Los jóvenes agricultores además deben tener en cuenta otro aspecto decisivo en su trabajo: el cambio climático. La Mula se comunicó con la investigadora peruana Mariaelena Huambachano, quien labora como Assistant Professor del departmento de Human Ecology en la Universidad de Wisconsin (Madison, EE.UU.), quien señala que las semillas y los textiles tradicionales son los más afectados por este fenómeno acelerado por la actividad humana, según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

La científica social de la Universidad de Wisconsin sabe bien de lo que habla porque ha trabajado estrechamente con cuatro comunidades indígenas de la provincia de Lares, en la región del Cusco, donde también mediante el rescate y puesta en práctica de los saberes ancestrales, como el del calendario andino, han logrado conservar hasta 55 especies de semillas (entre papas y menestras). En el caso de los textiles, han logrado mantener una mejor composición del algodón afectado por el cambio climático.

“Si queremos seguir con el legado de los ancestros, todos debemos trabajar juntos. No solo en el Perú”, asevera Huambachano. El proyecto se logró gracias a una alianza directa entre la Embajada de Nueva Zelanda y las comunidades. La segunda parte del proyecto está destinado a la creación de un mercado indígena y sus resultados podrán verse en el 2020.

La experta de la Universidad de Wisconsin afirma que eventos como Sisay ayudan a reforzar el conocimiento heredado de los ancestros a las nuevas generaciones. “Los sabios andinos siempre están con sus nietos. Desde niños los forman en esa cosmovisión. Si se pierde esa conexión con la tierra, se pierde todo”, advierte.


Foto de portada: Andina/Archivo.